Este es un mail que mandé a una lista de correo de Yahoo a la que estoy suscripta hace más de tres años. Lo encontré por ahí y me reí de lo que escribí.
Aquí va
January 31, 2007 2:00 PM
Subject: He vuelto
Para alegría de los caballeros y miradas rabilladas de las damas, he vuelto de mis vacaciones para molestarlos.
Muy lindas las vacaciones, mucho descanso que precisaba y una gran frustración: no pude usar el patito de goma que me regaló Vagabunda para las navidades y que me recomendó cargar en mi bolsote de viaje.
El tema fue así:
Me puse el pato inflable (muy bonito por cierto) y aunque me ajustaba un poco en mi casi perdida cintura, piloteé la situación y me dirigí desde mi casa (distante a 8 cuadras del mar), caminando, hasta las hermosas y superpobladas playas.
Problema 1: la gente me gritaba cosas por la calle y no eran piropos precisamente, sino más bien frases punzantes hacia mi figura, y por sobre todo, hacia mi edad. Como ejemplo puedo citar alguna de ellas: "No te da vergüenza apretar tanto a ese pato! se le salen los ojos!!!" u otra tal como "La lengua del pato es así o se la sacaste a empujones?". Y la frutilla de la torta: "Ese pato es para nadar o es una chata camuflada, vieja ridícula!!!!!"
En fin, hasta ahí el camino con el pato. Pero a pesar de las bellas verbas que me vertieron, llegué a la playa, con el pato intacto, la cintura con 5 cm menos, porque ese pato sí que hace transpirar... y con todo mi equipaje de reposeras, sombrilla, mochila con mate, libros y crucigramas, cartas, protector y toda esa cantidad de porquerías que son INDISPENSABLES para llegar a la arena.
Pues bien, cuando me decido a bajar a la arena ¡Oh sorpresa! Era un hormiguero humano, a razón de 27 seres humanos y perrunos cada 1,5 metros cuadrados. Hermoso. Pero lo mejor fue que medí con mis propios pasos lo que en Argentina denominamos "playa": extensión de arena seca + extensión de arena mojada (dura como la mierda), espacio que sirve para desplazarse hasta las hermosas y espumosas olitas del mar. Pues bien... de "playa" había no más de 4 o 5 metros. Uno plantaba la sombrilla y tomaba mate con las patas en el agua... porque a eso de las 17 horas, el mar entraba en su creciente y había que salir corriendo con los tobillos salados.
Bien, con el pato en la cintura y mi equipaje oteé ese caminar marabúntico de la gente y bajé. Horror. El pato me dificultaba el cintureo entre las sombrillas, y me ligué unas cuantas puteadas poco amables de las viejas y otros seres porque les pegaba con el pico del inflable. Logré llegar al agua (con el equipaje puesto, porque yo buscaba un lugarcito para varar cual beluga [los que me conocen saben que me refiero a mi antibronceado natural]), pero tanto me putearon que, en un acto de furia, repliqué.
Y ahí fue la catástrofe. Se elevó un viejo choto de esos que nunca faltan y bien soberano e hijo de puta, agarró el caño puntiagudo de su sombrilla y me asesinó el pato ante mi mirada atónita y el aplauso de los presentes.
No pude tomar venganza, y perdonemé Vagabunda, pero eran unos 99377758400474729387457 turistas veraneantes contra mí.
Sólo me restó juntar al pato, así todo hecho pasa de uva y ya con los ojos para adentro, le puse protector solar, lo abracé y me eché al sol a llorar por el resto de la tarde.
NADIE hizo un gesto de dolor ante semejante asesinato. Yo lo hice, y también hice gestos de dolor por los 4 días siguientes, porque sumergida en mi dolor por la pérdida del pato, me olvidé de lo conchudo que está el sol... Quedé como un camarón recién hervido y no pude más que dormir colgada en percha del caño del placard.
Pero aquí estamos de vuelta: yo negra (bah, amarillita) de un costado, pelada del otro gracias al sol y contenta porque me volví a sentar con Cicciolina (mi pc). La extrañé mucho, pero eso es parte de otra patología.
Ay, dije patología y me acordé del pato... ya lo había bautizado y se llamó cortamente Cesarino.
Morty
Aquí va
January 31, 2007 2:00 PM
Subject: He vuelto
Para alegría de los caballeros y miradas rabilladas de las damas, he vuelto de mis vacaciones para molestarlos.
Muy lindas las vacaciones, mucho descanso que precisaba y una gran frustración: no pude usar el patito de goma que me regaló Vagabunda para las navidades y que me recomendó cargar en mi bolsote de viaje.
El tema fue así:
Me puse el pato inflable (muy bonito por cierto) y aunque me ajustaba un poco en mi casi perdida cintura, piloteé la situación y me dirigí desde mi casa (distante a 8 cuadras del mar), caminando, hasta las hermosas y superpobladas playas.
Problema 1: la gente me gritaba cosas por la calle y no eran piropos precisamente, sino más bien frases punzantes hacia mi figura, y por sobre todo, hacia mi edad. Como ejemplo puedo citar alguna de ellas: "No te da vergüenza apretar tanto a ese pato! se le salen los ojos!!!" u otra tal como "La lengua del pato es así o se la sacaste a empujones?". Y la frutilla de la torta: "Ese pato es para nadar o es una chata camuflada, vieja ridícula!!!!!"
En fin, hasta ahí el camino con el pato. Pero a pesar de las bellas verbas que me vertieron, llegué a la playa, con el pato intacto, la cintura con 5 cm menos, porque ese pato sí que hace transpirar... y con todo mi equipaje de reposeras, sombrilla, mochila con mate, libros y crucigramas, cartas, protector y toda esa cantidad de porquerías que son INDISPENSABLES para llegar a la arena.
Pues bien, cuando me decido a bajar a la arena ¡Oh sorpresa! Era un hormiguero humano, a razón de 27 seres humanos y perrunos cada 1,5 metros cuadrados. Hermoso. Pero lo mejor fue que medí con mis propios pasos lo que en Argentina denominamos "playa": extensión de arena seca + extensión de arena mojada (dura como la mierda), espacio que sirve para desplazarse hasta las hermosas y espumosas olitas del mar. Pues bien... de "playa" había no más de 4 o 5 metros. Uno plantaba la sombrilla y tomaba mate con las patas en el agua... porque a eso de las 17 horas, el mar entraba en su creciente y había que salir corriendo con los tobillos salados.
Bien, con el pato en la cintura y mi equipaje oteé ese caminar marabúntico de la gente y bajé. Horror. El pato me dificultaba el cintureo entre las sombrillas, y me ligué unas cuantas puteadas poco amables de las viejas y otros seres porque les pegaba con el pico del inflable. Logré llegar al agua (con el equipaje puesto, porque yo buscaba un lugarcito para varar cual beluga [los que me conocen saben que me refiero a mi antibronceado natural]), pero tanto me putearon que, en un acto de furia, repliqué.
Y ahí fue la catástrofe. Se elevó un viejo choto de esos que nunca faltan y bien soberano e hijo de puta, agarró el caño puntiagudo de su sombrilla y me asesinó el pato ante mi mirada atónita y el aplauso de los presentes.
No pude tomar venganza, y perdonemé Vagabunda, pero eran unos 99377758400474729387457 turistas veraneantes contra mí.
Sólo me restó juntar al pato, así todo hecho pasa de uva y ya con los ojos para adentro, le puse protector solar, lo abracé y me eché al sol a llorar por el resto de la tarde.
NADIE hizo un gesto de dolor ante semejante asesinato. Yo lo hice, y también hice gestos de dolor por los 4 días siguientes, porque sumergida en mi dolor por la pérdida del pato, me olvidé de lo conchudo que está el sol... Quedé como un camarón recién hervido y no pude más que dormir colgada en percha del caño del placard.
Pero aquí estamos de vuelta: yo negra (bah, amarillita) de un costado, pelada del otro gracias al sol y contenta porque me volví a sentar con Cicciolina (mi pc). La extrañé mucho, pero eso es parte de otra patología.
Ay, dije patología y me acordé del pato... ya lo había bautizado y se llamó cortamente Cesarino.
Morty
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